domingo, 10 de febrero de 2013

Relato de Damián Patón-MIkel Goldstain

 Relato de Damian Patón, publicado en el blog de Jose Luis Muñoz, el 2 de septiembre de 2009.

 


 

miércoles, 2 de septiembre de 2009

LA FIRMA INVITADA

MEMORIA DE UN VIOLADORDamián Patón

Soy un violador. Siempre lo he sido. Violo para demostrar mi poder. No puedo evitarlo. No quiero evitarlo. El siguiente paso, probablemente, sea matar y descuartizar. Pero soy un violador. Un violador amable. Una persona muy sociable. Mi sociabilidad es producto de mi asociabilidad. De mi inferioridad. El auténtico y genuino violador…se enmascara en la imagen, ceñida a la medida del mundo. Desde niño supe que me convertiría en un violador. Mi padre era paralitico. Impotente. Mi madre, para sobrevivir, se prostituía. A lo largo de mi infancia y adolescencia acumulé un odio insoportable contra mis padres. Nunca les he querido. Cuando inicié mis primeras relaciones sexuales con mujeres, descubrí que no me satisfacían las relaciones “normales y oficialistas”, con las mujeres. Me sentía vacio. Impotente. En realidad sufría impotencia si no lograba demostrar mi fuerza. Ansiaba sentir la fuerza de mi poder. Si rechazaba a las mujeres y las dañaba psicológicamente, me excitaba. Me SENTIA IMPORTANTE. FUERTE. PODEROSO. UNA NECESIDAD. En sociedad me consideraban una persona estable. Organizada. Amable. Violar era para mí una religión…

¿Cuando comencé a violar?
Justamente un año después de casarme. Trabajaba de vigilante jurado. Soy grande. Mido dos metros. Poseo una gran envergadura física. Y no obstante, experimentaba una aguda debilidad, sin la porra y la pistola. Sin el disfraz de vigilante. El empleo de vigilante nocturno, facilitaba mucho mis proezas criminales….Mi primera victima fue una chica estúpida y preciosa, que salía de la discoteca. Yo conducía mi Ford- Escort, cruzando sigilosamente las calles de la ciudad. Ella se tambaleaba, haciendo eses. Estaba colocada. Detuve el coche en una calle solitaria. Y la esperé. Cuando su figura oscilante cruzó cerca del coche, vi el brillo delator e ido de sus ojos. Me abalancé sobre ella, arrojándola al interior del coche. Era muy bajita. Ligera como una pluma. Y la golpeé y golpeé, hasta dejarla inconsciente. En treinta minutos consumí todo mi poder. Ella gimoteaba, chorreando sangre por la nariz y la vagina. Le había roto la nariz y partido el labio inferior. Cogí aquel cuerpo roto y la arrojé, cerca de un descampado, mientras lloraba y pedía ayuda. Escupí. Y huí… ah, por cierto…me olvidaba, tengo una facultad sobrehumana…jamás eyaculo en el acto. Después. ¡En casa! Al principio mis erecciones eran terribles. Creía que iba a explotar en añicos, devorado por un placer sobrehumano. Resultaba en todo caso una experiencia maravillosa. Violaba y violaba, como un tigre hambriento, que aguarda en la espesura de la selva, para devorar a su presa. Todo esto es poesía, lo se. Y yo no soy poeta. Soy un violador. No hay el menor atisbo de poesía en mi hobby de entre horas. En mi pasatiempo de depredador. Escogía a las mujeres, de todo tipo y edad. Las golpeaba. Las humillaba. Las obligaba arrodillarse y que me practicaran felatios desenfrenadas, como en las películas pornos. Las arrastraba y pateaba, como si fueran felpudos. Nunca olvidaré a aquella niña de dieciséis años, de boca pequeña. ¡No le cabía mi miembro en la boca! ¡Eso me hizo sentirme más fuerte, poderoso, sobrehumano!
Y comenzó mi declive.
Ya he dicho que mi deporte favorito, el sentido absoluto de mi vida y de mi yo, era violar. Durante cuatro años violé impunemente. Algo comenzaba a fallar. Todo me resultaba aburrido. Monótono. Estúpido. Violar formaba parte de la cotidianidad. Además, no lograba conseguir, una erección, siquiera mediana. Un violador, sin fuerza y sin erecciones, es un majadero. ¡Un IMPOTENTE! Creí que mi vida, estaba acabada. Jamás sentí remordimiento alguno. Incluso, llegué a convencerme de que mis victimas, en cierto modo, me lo agradecían. Me amaban, después de todo. Así que en las últimas violaciones, angustiado, les obligaba a decirme: Te quiero, te quiero, te quiero….Desde luego todas me querían y me sentía amado. Mis erecciones alcanzaban cierta dureza. Eso justificaba todo lo demás.
Y un día, no pude levantarme de la cama.
Una depresión sórdida y oscura, me mantuvo postrado en cama durante un año. A veces salía a la calle, para vagar solitario, en busca de la felicidad. Todo carecía de color y brillo. Vivía separado de mi mujer y mi hija, desde hacia un año. No amaba a mi mujer. Y es que no podía violarla. Por eso no podía amarla. Necesitaba violar. Imponer mi fuerza. Sentir resistencia. Sentir que sometía a mi presa.
Y la depresión, remitió paulatinamente, al cabo de un año.
Para violar es necesario sentir toda la impotencia del mundo. Para violar es necesario subvertir el orden de todo sentido real y ordenado e invertirlo. Así que tras un lapsus de un año, reanudé mi labor, con más encarnizamiento y furia. Me importaban un bledo las victimas: su dolor, sus llantos, sus suplicas espeluznantes, sus gritos desgarrados. Yo las torturaba. Ahora las vejaba con más saña. A una de mis victimas, la violé por detrás, en el ano, hasta hacerla sangrar. Le di de patadas en el bajo vientre. Le mordí, casi hasta amputarle el clítoris. Eso me hizo desfallecer. Fue el momento cumbre de mi carrera. Tenía cuarenta años y me dije que comenzaba a ser un joven que envejecía. ¿Cuánto tiempo podría seguir violando impunemente? La policía me seguía los pasos, pero jamás daba conmigo. Ni mis victimas lograban identificarme. Necesitaba demostrar que era capaz de más.
Soy un ciudadano respetable. Un vigilante jurado. Un policía fracasado. Un don nadie normal. Decidí escribir un libro. No tengo vena literaria. No sé escribir como un profesional. De modo que grabé todas mis experiencias y mis violaciones, puntillosamente, en un repórter. En mis horas bajas, cuando cedía al impulso de oscuras depresiones, me empeñaba en redactarlo, lo cual me restaba tiempo para violar. En fin, era la excepción que confirmaba la regla. Escribía en vez de violar. En un año y tras seis meses de paréntesis, sin dedicarme a mi deporte favorito, terminé el libro. Lo firmé con seudónimo. Alquilé un apartado de correos y lo envié a una prestigiosa editorial. Puede que estuviera chiflado, pero jamás sospeché la resonancia y el escándalo que todo aquello iba ha provocar. El editor me escribió rápidamente, notificándome que el libro era excelente y seguramente podría convertirse en un best-sellers. El titulo del libro, era sobradamente explicito: MEMORIAS DE UN VIOLADOR. El equipo de lectura de la editorial estaba deseando conocerme. Incluso el gran jefe de la editorial. Como soy una persona educada y prudente, me presente ante el editor y su equipo. Inmediatamente advertí que todos eran idiotas. Eran tan idiotas que, en vez de cuantificar la veracidad y calidad de la obra (¿?), esperaban ganar mucho, muchísimo dinero…ellos y yo algo de dinero. El editor alabó mis descripciones, tan espeluznantemente reales (¡!). Me comparó con Dostoievski, Tolstoi, Henry Miller, Vicente Blasco Ibáñez, etcétera… Me pagó una moderada suma por anticipado y en cuestión de un año era medianamente rico. La campaña publicitaria a la que la editorial me sometíó fue extenuante. Entrevistas televisivas. Periódicos. Grandes portadas en los periódicos. Entrevistas radiofónicas. El éxito de venta fue tal, que incluso los especialistas en psiquiatría y psicología, deseaban conocerme y que les aconsejara sobre el tema de las violaciones. Decían que conocía muy bien, la psicología de los violadores (¡!) En todas partes despertaba admiración. Era aplaudido, querido, agasajado…. Lo más asombroso de todo es que no había mentido un ápice. ¡Dije la verdad total y absoluta! La gloria fue breve. Tras mi relampagueante éxito, fui detenido y lo negué todo. Dije que el supuesto violador, me lo confesó todo. Desconocía la identidad del violador. Todo violador ha de negar los hechos. Ha de seguir violando impunemente. De todas formas, de nada valió mi coartada. La policía es idiota, pero esa vez no se lo tragó. Ante la sorpresa de todos mis admiradores, me encarcelaron. Para librarme de la cólera terrible de mis compañeros de prisión, acepté ser una cobaya humana en un experimento científico. Vivía encerrado en la celda de un psiquiátrico y, de tanto en tanto, me permitirían violar mujeres dementes. Me sometieron a un curioso tratamiento terapéutico: Curarme con la risa…
Estoy encerrado en esta jaula y me lanzan de vez en cuando, despojos humanos. Ya no puedo cazar y eso me desmotiva. Siento una gran impotencia. Gracias al tratamiento terapéutico de la risa, he podido sobrellevar la vida en la cárcel del psiquiátrico. Durante diez años me reía. La risa casi me curó. Reía y reía, por cualquier cosa. Me revolcaba de risa. Reía, casi hasta olvidarme de que era humano. Paseaba por los pasillos del psiquiátrico riéndome, de una manera salvaje e insultante. Ya no violaba. Ni escribía. Sino que me reía y reía, salvajemente, casi hasta desencajarme la mandíbula. Pasé quince años riéndome, encerrado en la cárcel psiquiátrico. Cuando cumplí mi pena, lo primero que hice fue reírme hasta casi llorar. No me faltaba casi de nada. Podía reírme cuanto quisiera. Era rico. Cobré todos mis derechos de autor, acumulados en el banco, durante quince años. Incluidos intereses. ¿Qué es lo primero que hice? Aparte de reírme, fue comprarme una pistola. Tenía cincuenta y cinco años cuando salí de la cárcel. Dejaba atrás una brillantísima carrera como vigilante jurado, violador en horas libres y escritor ocasional. Además he sido siempre una persona seria y educada. Lo que pasa es que últimamente no hago más que reírme. No he sufrido jamás problemas de conciencia. No veo el problema por ninguna parte. Ultimamente una idea obsesiva y frenética me domina. Sabía donde vivían mi mujer y mi hija. Yo estaba curado. Rehabilitado. Y me reía mucho. Todos mis delitos estaban pagados. Había purgado mi mal. Y comencé a preguntarme, por qué no coronar mi vida, de una manera singular y única. ¿Por qué no violar a mi propia hija?



Damián Patón (Badalona, 1963) Trabajó durante tres años en librerías. Ha publicado relatos en las revistas El vendedor de pararrayos, Mundo Imaginario y Cuadernos del matemático. Ha publicado La aventura Psicodelica de Albert Ekay y otros relatos (Bubok ediciones) y cultiva todos los géneros, novela, poesía, ensayo, artículos. Actualmente está escribiendo un guión para cine.

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